¡Patria o muerte! Comandante.
Gritaban todos los muchachos a coro.
1.78 de estatura, mulata impresionante. Ojos verdes como esmeraldas, piel color caoba. Unas piernas largas que quitaban el sentido. Había sido atleta en los juegos “Panamericanos”. Todo esto combinado con unos pechos impresionantes y un culo más duro que el granito.
Esa era mi maestra y diosa de Cienfuegos.Todos estábamos enamorados de ella. No solo era un cuerpo espectacular, su tono de voz era dulce y sincero y una sonrisa que iluminaba una boca perfecta. Don de gentes, empatía y una gracia natural para la enseñanza.
Que un colegio humilde de pueblo, reciba al Comandante en los años 70 era el macro acontecimiento del año.
Fueron unas jornadas sobre la “revolución”, que teníamos todos los años y en este Enero del 1972 tuvimos la gran suerte que como colofón de las jornadas fue el todopoderoso “Fidel Castro”.
Nunca vi el colegio tan limpio y pulcro en toda mi vida. Fuimos rodeados por un ejército de policías secretos. Hasta los uniformes del colegio fueron regalados por el gobierno. Flores, macetas y adornos por todas partes. Todo estaba precioso. Los profesores parecían que estaban de boda. No se cuantas veces enseñamos el “Patria o muerte comandante”
Leonor, nuestra maestra, ensayó, cuál obra de teatro, todos los tiempos en los que algunos de nosotros, debíamos saltarnos el protocolo y dirigirnos a abrazar al Comandante.
La pantomima fue sobresaliente, el camarógrafo de la televisión estatal, hizo un reportaje, donde el líder fue alabado por sus pequeños.Todo se desarrolló como se ensayó, menos el flechazo del líder con mi maestra.
Al cabo de la semana dos “limusinas rusas” se presentaron en mi barrio, que es donde vivía Leonor y la sacaron, medio en volandas. Era el “chivo” que se había encaprichado de mi profesora.
Fueron sensaciones varias para el vecindario. Por obra y gracia del “Espíritu Santo”, se pavimentaron las calles de barro. Los perros callejeros pasaron a mejor vida. Algunos vecinos bajaban la cabeza ante la presencia de Leonor, otros le daban la enhorabuena.
No volvió a ser la misma. Se convirtió en una dolorosa belleza cautiva. La luz se le apagó. Intentaba mostrar su mejor versión con nosotros, pero una mañana cuando mi compañera Claudia le dio un abrazo, se rompió, no pudo más, lloró por más de dos días.
Todos los jueves, a las cinco de la tarde, la cenicienta marchita se reunía con el ocaso. Era una paloma volando en llamas por el interior de un gato ahogado. Su marido Isidro le dio una paliza que provocó que nuestra princesa no viene se a clase durante más de dos semanas.
La degradación de una persona fue más rápido de lo posible. Isidro se volvió alcohólico y desapareció del barrio. Unos dicen que se fue, otros que el poder le dio “matarile”, pero nunca le volvimos a ver.
Fue una pena de relación, se querían con locura, pero es muy duro, ver como todos los jueves violan a tu amor verdadero, sin poder hacer nada al respecto. Es patria o muerte. Se va a servir al líder de la patria y si haces algo al respecto, la muerte es la que te espera.
Nunca vi unas ojeras tan grandes en una mulada, el aguardiente comenzó a ser su novio habitual y cuando el caudillo se cansó de ella, una mañana apareció ahorcada en su casa.
Todos callaron, bajaron la cabeza, sabedores de la triste realidad que esperaba al que se atreviera a insinuar cualquier amago de realidad.
Nada paso. Nos quedamos en menos de tres meses sin nuestra maestra Leonor. La diosa se murió de pena, el primer jueves que la llevaron con el sátrapa.
Lo único que hizo el pueblo fue dejar flores en la ventana de su casa. Costumbre, que dura más de cincuenta años. El poder quemó la casa una noche, pero las flores lideran un montón de piedras donde se lee de vez en cuando, una cuartilla usada que dice así:
Tus vecinos siempre te recordarán y honrarán tu memoria.