La ventana indiscreta

El Blog de Carlos Vallejo

La ventana indiscreta

El Blog de Carlos Vallejo

No olvides la vergüenza.

Carlos E. Vallejo.

Querida Lucia, has tenido mucha suerte de tener la oportunidad de emprender este viaje.

Del purgatorio pasas a un aprendizaje divino que va a enriquecer tu alma para siempre.

Debes salvar al “bien”, sin alterar las reglas de la naturaleza. Los muertos te ayudarán en este viaje. Pero el camino te guiará en nuestro objetivo de mejorar el universo. Recuerda la ley: “Bien siempre genera bien”, “Bien por mal siempre es oscuridad” “Bien por Bien, no existe, es el maligno que intenta confundir”.

Poco más te puedo decir. Aunque te creas que estás sola, no lo estarás, pero nosotros no intervenimos. Tú y solo tú eres el cauce de la luz.

La comunicación entre nosotros es el pensamiento elevado a lo divino.

Piensa, siente y comunica. Entonces, recibirás respuesta. No se puede enseñar.

Viena. 9 Noviembre  1938

Mi objetivo se llama Abraham Weisthmer, judío que tan solo cuenta con 10 años, sus padres regentan un pequeño hotel que daba alojo a vendedores itinerantes. Ahora nadie quiere alojarse debido al origen hebreo de sus dueños. Tan solo un puñado de republicanos españoles tienen alquiladas algunas habitaciones a la espera de su estampida de la ciudad.

Se vive un estado siniestro. Todos saben que los nazis vendrán a por ellos, tarde o temprano. Estos son los pensamientos de Isaac Weisthmer, padre de Abraham en la noche de los cristales rotos:

“Ya hace noches que no duermo. Tengo un estado desvelado, donde solo el agotamiento crónico es lo único que me deja algunos minutos planos, donde el puro miedo cede al plano inerte de la nada.

Son despertares de angustias, donde la vida de mi familia se acabó.

Fui torpe y debí huir hace mucho tiempo. Es curioso como el ser humano se miente por naturaleza. Se cree que mejorará la situación.

Pero ya hace días que me di cuenta que los cachorros de este “Leviatán Hitler” son el mal y buscan de nuevo arrasar con el pueblo escogido por el Señor.

Son las 3.45 de la noche. Todo está tranquilo, el sereno de la mañana lleva olor a muerto.

En breve escuché cómo rugían los vehículos del mal.

Llegaron, gritos y más gritos de un idioma que fonéticamente suena a dolor, imposición, prepotencia y sangre mucha sangre del maligno que llevaban dentro.

Vergüenza, susurros de miedo, meado por las piernas de puro pánico, se intercalaban con disparos que mataban al prójimo por ser diferente.

Pueblo elegido, cuánto sufrimiento deberás soportar para gozar de un poco de paz.

Tenía preparadas desde hace semanas las pastillas de arsénico por si llegaba la hora. Y la hora apenas contaba con escasos segundos para terminar nuestra existencia.

Le di un beso a mi mujer Ann y le introduje la pastilla, posteriormente hizo lo mismo con mi hija Rose, pero cuando me dirigí a mi hijo Abraham, una señora con el pelo cubierto por un pañuelo claro, se lo llevaba atravesando la puerta del piso.

Corrí despavorido detrás de ellos, me reventé la cara al darme con la puerta que bruscamente fue abierta por un agresivo soldado nazi que al observar el panorama de mi mujer e hija, desembuchó su pistola y me reventó la cabeza con un tiro envenenado de ira.”

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Marcel

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