La ventana indiscreta

El Blog de Carlos Vallejo

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La agonia

Pasaron dos operarios con sendos pasamontañas y se llevaron a la pobre María como un saco de patatas. Que Dios ruegue por su alma. Pobre desgraciada, siempre pagan los mismos. ¿Qué culpa tenía? .Yo soy el responsable. Si la hubiese dejado tranquila, nada de esto hubiera ocurrido.

“Ahora vamos con el nene”, se oyó. Román sacó un generador eléctrico de gasoil. Conectó dos cables: uno a mis genitales y el otro al pene. Antes de la descarga me roció mis partes con agua. El fogonazo fue tremendo, perdí la conciencia. Cuando me desperté, estaba tumbado sobre una tabla con todas las extremidades atadas sobre la misma. Me iban a someter a la waterboard, considerada por la CIA como el metodo más eficaz para un interrogamiento. El preso es atado a una tabla de madera con la cabeza en alto y los pies abajo. La cara es tapada con un papel celofán y después se le echa agua. En este momento, como la boca y la nariz están tapadas por el papel, el preso es obligado a confesar pensando que muere pronto por asfixia. Por regla general, el preso sólo puede soportar unos 14 segundos bajo esta tortura y suplica clemencia.

Es una tortura que desgraciadamente yo he aplicado algunas veces. Es más el pánico por lo desconocido que por la asfixia. Además tiene límite: si te pasas, mueres por asfixia.

Cuando la aplicó por segunda vez y vio que ni me inmutaba, me soltó una patada en la cara que me rompió la nariz. Comencé a sangrar abundantemente. El operario con el pasamontañas me metió una gasas en la nariz para tapar la hemorragia.

Estaba mareado, estaba llegando al límite de resistencia. Los genitales los tenía completamente negros. Me dejaron un par de horas tirado en el suelo sobre la tabla. Tenía que empezar a pensar rápidamente en una estrategia o no saldría vivo de allí.

-¡Román, hijo de puta, ven aquí!-, grité como un poseso.
-Está fuera. Hasta dentro de unas horas no volverá. ¿Qué quieres?-, era la voz del vigilante.
-Hablar con ese cabrón.
-Tendrás que esperar.

Efectivamente, apareció con un maletín.

-Me han dicho que preguntabas por mí. Soy todo oídos. Dime.
-Quiero hablar con tu superior.
-No hay superior. Soy yo y yo.
-Si me dejas hablar con tu superior, os diré dónde tengo los archivos.

Se fue, seguramente a consultarlo. No sé lo que llevaba en el maletín, pero seguro que iba a ser mi siguiente tortura. Regresó tras unos minutos.

-Querido, acabo de hablar con mis superiores y te comunico que yo y sólo, yo,  soy tu único interlocutor en este proceso.
-Pues gran comemierda: nunca vas ha averiguar dónde están los archivos.
-Eso ya lo veremos, Varea. Es cuestión de tiempo.

Abrió el maletín y preparó una dosis de alguna droga que me iba a inyectar vía intravenosa. Temía que se tratara de pentotal sódico, el suero de la verdad.

Para interrogar a un testigo, se utilizaba esta solución en pequeñas dosis, donde el interrogado no era dormido profundamente, sino en un plano superficial, de tal forma que podía responder preguntas. Una especie de sueño hipnótico.

Si el método les funcionaba, caería en saco roto, ya que el archivo lo había mandado a una empresa de seguridad informática israelí de guarda y custodia de documentos.En una primera fase, el archivo sería alojado en un servidor seguro, luego resultaría eliminado automáticamente tras dar saltos por diferentes servidores del mundo. Con este ingenioso sistema, cuando lo necesitabas recuperar, sólo la persona designada por ti podía recoger los datos por medio de un escáner de huellas dactilares y análisis del iris. Esta persona recibiría una clave para poder acceder al servidor donde finalmente se encontraba el archivo en movimiento.

Me inmovilizaron los guardianes nuevamente, la aguja atravesó la vena de mi antebrazo derecho y me trasladó a un placido sueño, durante el cual no recuerdo absolutamente nada.

Me desperté con una gran insuficiencia cardíaca y falta de respiración. Me dolían una barbaridad los genitales. Empecé a orinar sangre. Me encontraba en alguna celda, dentro de alguna casa de campo.

La espera fue larga. Pasaron dos días sin apenas contacto con mis secuestradores. Tan solo un guardián me pasaba botellas de agua con algo de comida y un cubo para que pudiese hacer mis necesidades.

Fueron momentos de soledad, en los que analicé varias veces mi vida. La razón por la que me encontraba allí. En mundo de lobos, es fácil terminar donde me encontraba. Toda mi vida, todo mi entorno estaba rodeado de violencia, extorsión, malas prácticas… Formaba parte de la mierda. O ya era una parte inherente de ella. Pero algo en el fondo de mi existencia me decía que yo era diferente, que en mi vida, a pesar de los abominables actos que había cometido, había algo de luz en busca de una justicia universal. Y ese haz de luz era el que me permitía estar todavía con vida.

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Marcel

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