La ventana indiscreta

El Blog de Carlos Vallejo

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La Vedette

Álvaro llamó a  Bairos para encomendarle una nueva misión.

– Tenemos un trabajito esta noche

-¿Cuánto durará?

-Si todo va bien, creo que esta noche lo solucionamos. Te veo a las 20:00 horas en “El Paraíso”.

“El Paraíso” era un piso franco en la calle Menéndez Pelayo que utilizamos para los operativos nacionales. Aquí disponíamos de todo el material necesario y es donde Álvaro daba la formación de los operativos.

La misión parecía fácil. Había que entrar por la noche en la casa de una conocida vedette, reventarle la caja fuerte y recuperar ciertos documentos.

Ya hace mucho tiempo que las artistas de determinado nivel se sacan un sobresueldo como prostitutas de lujo. Algo importante había en la caja fuerte de la meretriz para que nosotros fuéramos los encargados de solucionar el asunto.

Como siempre, nunca había preguntas. Se hacía el trabajo y ya está.

La familia de la vedette se encontraba fuera del domicilio. Sólo tuvimos que neutralizar la alarma y mandar al otro barrio a los perros para poder saltar la valla del recinto. Entramos por la cocina reventando la puerta. Se quería dar la imagen de un típico atraco.

Mi misión era la de revolver todo y  llevarme todos los objetos de lujo.

Álvaro fue solo al dormitorio de la vedette. Al cabo de un rato me llamó para que le ayudase en algo.

Le encontré reventando el parqué del dormitorio, me mostró un cable de video y me dijo que lo siguiese hasta el final. Estaba camuflado por debajo de la madera del suelo. Con una pica fui levantando toda la tarima hasta llegar a un punto donde el cable descendía a la planta de abajo. Siguiendo el recorrido de las escaleras llegaba a una despensa de la cocina donde había un verdadero estudio de grabación. Hice fotos de todo el invento.

Cuando volví,Álvaro ya había reventado la caja fuerte y metía varias cintas de vídeo en su mochila junto con varios pens de memoria USB.

Nos dirigimos al rastro de Madrid, donde Álvaro entregó la supuesta mercancía robada a un marroquí.

Una vez de vuelta en el piso franco, hablamos.

-Como siempre, Bairos, no has visto ni oído nada.

-No hace falta que me lo recuerdes, sé bien cómo se hace mi trabajo.

-Siempre es bueno recordarlo. Nunca habías hecho esto. No sé si puedes tener un momento de debilidad y te hace gracia comentar que has estado en casa de esta golfa.

-Te puedo asegurar que tengo cosas más importantes en mi vida que chismorrear morralla.

-Estupendo, estamos en contacto. No te pierdas, que te encuentro.

-Ok.

Una vez que trabajas en el CNI sabes que la frase “no te pierdas, que te encuentro” es más real de lo que parece. Es de por vida. Aunque hayas dejado la carrera activa, permaneces en una base de datos que, como dicen los americanos, es “just in case”.

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Marcel

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